Nota publicada originalmente por Sustentabilidad en Acciones
El concepto de impacto solía ser visto como un enigma en el mundo financiero, un intangible que desafiaba la comprensión. La experiencia nos obliga a retractarnos y reconsiderar nuestras percepciones.
«Es posible e imprescindible saber cuánto contribuye cada empresa al bien común. Necesitamos invertir con estos indicadores en mente, para poder financiar un futuro mejor.», Matías Kelly – socio en Beta Impacto VC y Director de Sumatoria para una nueva economía– reflexiona sobre el tema en este artículo para Sustentabilidad en Acciones.
Creíamos que el impacto era un misterio. Hoy la experiencia nos obliga a retractarnos. Podemos asegurar todo lo contrario. ¡Nada más evaluable, medible y reportable que el impacto!
El dinero es abstracto porque puede intercambiarse casi por cualquier cosa: un servicio, un libro, una rosa, un arma, acciones, monedas, un viaje… lo que sea. Pero el impacto es muy concreto. Siempre es lo que es. Es un área reforestada, son tales personas (con nombre y apellido) beneficiadas, es trabajo de calidad para tantas familias, es determinada cantidad de toneladas de un material reciclado o de emisiones de carbono compensadas.
En Sumatoria nos dedicamos, desde hace ya más de una década, a financiar proyectos con impacto social y/o ambiental positivo. Para elegir con justicia a quienes otorgamos nuestros créditos hacemos una evaluación que (además del riesgo y el beneficio) considera variables de impacto. Porque creemos que no tiene sentido valorar una empresa sin una matriz de impacto que indique cuáles son los resultados sociales y ambientales de su actividad.
¿Será que los grandes negocios que exteriorizan costos y sólo cuidan las cuentas bancarias de sus accionistas nos hicieron creer que lo único importante y contable es el lucro? ¿Será que crecieron ocultando su impacto negativo en el mundo, profundizando la crisis sanitaria, climática y social? No estamos seguros, pero sabemos que, en un sentido u otro, el impacto es mensurable.
Es posible e imprescindible saber cuánto contribuye cada empresa al bien común.
Necesitamos invertir con estos indicadores en mente, para poder financiar un futuro mejor. No se trata de seguir compitiendo con nuevas reglas retóricas. No se trata de reestructurar el 10% del negocio para que sea un modelo de sustentabilidad de cara al consumidor y que el 90% restante siga como está.
Cuando apareció la madera terciada (o enchapada) las personas comenzaron a pedir madera-madera para asegurarse de que el mueble en cuestión era de madera maciza. Del mismo modo, hoy sentimos necesario hablar de impacto-impacto.
Necesitamos buena voluntad o sentido de supervivencia. El futuro de la humanidad depende de que logremos integrar el impacto a los negocios para construir una nueva economía: fraterna, colaborativa y transparente. No es un misterio cómo lograrlo. Resta preguntarnos con una mano en el corazón si realmente queremos hacerlo.